martes, 10 de marzo de 2009

Hay tres paradigmas, ¿cuál te gusta más?

Hoy hemos empezado el tema dos: perspectivas y actitudes sociales ante la discapacidad. Hemos visto solo una parte del tema, porque no ha dado tiempo a terminarlo. El concepto de discapacidad tiene una pluralidad terminológica que hace que su evolución se clasifique en tres etapas: paradigma tradicional, de rehabilitación y de la autonomía personal o “vida independiente”.

Lo que más me ha sorprendido de la sesión de hoy, no han sido estos conceptos, sino la prevalencia de la discapacidad. En España, el 9% de la población total, padece algún tipo de discapacidad y el 55% son mujeres. ¡Un 9%! Siempre pensamos que en nuestra sociedad la discapacidad tiene un porcentaje bajo, pensamos que es una minoría, pero, un 9% ya es bastante... Al menos, yo pensaba que no había tantos.

Hemos estado viendo la Clasificación Internacional sobre Deficiencias y Minusvalía (CIDDM, 1980) que plantea tres niveles diferentes: La deficiencia, que es una pérdida o anormalidad en una estructura o función psicológica, fisiológica o anatómica; la discapacidad, que es una restricción o ausencia (debido a una deficiencia) de la capacidad de hacer una actividad en la forma que se considera normal para un ser humano y una minusvalía, que es la consecuencia de una deficiencia o discapacidad que lumita o impide el desempeño de un rol que es normal en su caso. Después hemos acabado viendo la Clasificación Internacional del Funcionamiento de la Discapacidad y de la Salud (CIF) de la OMS.

La verdad es que estoy de acuerdo con el paradigma actual, que se centra en la defensa de los derechos civiles de colectivos minoritarios. Es un cambio grande, porque al principio no es que no los reconocieran, sino que directamente no existían esos derechos para ellos. Me parece terrible que en el paradigma tradicional era que las personas con discapacidad tuvieran que cumplir un rol en la sociedad. Y ese rol, no podía ser otro que el de la marginación.

Ahora mismo lo veo tan hipócrita... me enfada muchísimo que la gente fuera tan cruel, y me sigue enfadando que hoy en día haya lugares en los que esto pasa. Por ejemplo en el Sahara Occidental, yo he tenido una hermana de acogida en mi casa durante tres años. Era celiaca y cuando vino estaba apunto de morirse por la desnutrición que tenía. Era una niña de 7 años que pesaba 8 kilos. Su desarrollo físico era casi nulo, tenía la edad ósea de un bebé de un año y medio. El primer verano que vino creció muchísimo y se recuperó bastante, pero estuvo aquí solo dos meses. Con nosotros aprendió a hablar, a andar, a saltar... a hacer todas esas cosas que hacen los niños pequeños que están descubriendo el mundo.

Ese año volvió con su familia y los padres, al ver el cambio que había dado, decidieron que se quedara a vivir en España durante una temporada. Volvió al verano siguiente, otra vez bastante mal, pero esta vez se quedó con nosotros. La escolarizamos intentando que la pusieran en el curso más bajo posible porque no sabía ni leer, ni escribir... Al principio no sabía ni coger un lápiz. Al final de los tres años que estuvo aquí, conseguimos con él esfuerzo de profesores, de mis padres, de mi hermana y de mucha gente más que se volcó en ayudarnos, que aprendiera a leer y escribir. Su ritmo de aprendizaje era muy lento y además no parecía prestar nunca atención a lo que se la decía. Después de muchas pruebas médicas, descubrieron que su CI estaba por debajo de 70, bastante por debajo.

Os cuento esto, porque es un claro ejemplo de una niña a la que no cuidaron cuando era pequeña. Era una niña sin estimulación, no sabía hablar cuando llegó por primera vez. Decía cuatro palabras contadas en su idioma, pero no decía frases. No sabía saltar, nunca debía haber tenido fuerza para hacerlo. Quizás esa niña, si no la hubieran considerado una enferma con la que no podían hacer nada, no hubiera tantos problemas en el aprendizaje.

Mi familia ha ido bastantes veces allí y cuentan, que es como aquí hace unos años, no se ve a ningún discapacitado por la calle, no los dejan salir, los tienen escondidos en las casa para que no los vea la gente, porque para ellos es algo malísimo, les avergüenza.

Estas situaciones me duelen muchísimo, pero es algo que tiene que cambiar. El problema es que son culturas enteras y modos de pensar, eso es muy lento y difícil.

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